Con el paso del tiempo, las persianas de madera pierden su brillo natural y se deterioran. Para protegerlas es fundamental no descuidar su limpieza. Una vez al mes se debe retirar el polvo y la suciedad acumulada en las lamas con la ayuda de una gamuza húmeda. A continuación, hay que frotar toda la superficie de la persiana con un paño impregnado en aceite de linaza. Siempre que sea posible, conviene decantarse por un producto con propiedades secantes, para que el tiempo de absorción sea menor.
Cada especie de madera tiene una resistencia y durabilidad natural determinadas frente a las agresiones externas. Por este motivo, antes de decantarse por persianas fabricadas con este material, se debe conocer cuáles son los tipos más resistentes. En general, las maderas de coníferas y las frondosas se comportan mejor en carpintería exterior.